México ha tenido en el siglo XX y en lo que va del XXI, una extraña (y al propio tiempo lógica) tendencia de desplazamiento de sus nacionales hacia lugares que consideran más propicios para su supervivencia. En efecto, la Revolución Mexicana de inicios del XX tuvo como primera finalidad combatir la tiranía porfirista, y en segundo lugar lograr una mejor distribución de la riqueza. En esos fines del XIX e inicios del XX, se dio un fenómeno de concentración de la riqueza (en esos tiempos del campo fértil de México) en unas cuantas manos, bajo la protección del régimen de Porfirio Díaz que en un principio fue liberal y devino conservador y tiránico, el cual permitió de hecho la esclavitud del nombre común y corriente pero principalmente el campesino, a favor de sus amos hacendados que no sólo los obligaban a trabajar para ellos el campo, sino que inclusive les pagaban en especie es decir en vales para las tiendas de raya de propiedad hacendaria, o sea las impuestas por los hacendados, de tal manera que en el campo (la única riqueza en esos tiempos) al peón no solamente se le negaba el derecho a poseer una porción de la tierra cultivable aunque fuera mínima, sino que inclusive se le despojaba de la posibilidad de conservar dinero para ahorrar y quizás en alguna forma comprar mínimas propiedades que les permitieran a ellos y a sus familias llegar a ser autosuficientes o a algo cercano a ese estado de verdadera independencia y autonomía. Para superar ese estado de cosas tan indignantes como lo es todo estado de encadenamientos inhumanos, se produce la llamada Revolución Mexicana. Después de cerca de una década de lucha fraticida (que causa un millón de muertos) el movimiento social revolucionario logra su triunfo definitivo, y adquiere la posibilidad real de distribuir mejor las tierras fértiles de México entre sus hijos más humildes, y establecer en nuestro país un régimen económico más humano pero principalmente más igualitario. Pero México estaba tan atrasado respecto a la realidad mundial, que no supo que mientras padecía su miseria política y social e imponía su lucha armada ignoraba el fenómeno de la industrialización de los países. Seguía siendo importante el cultivar el campo, pero la riqueza material se ubicaba ya no totalmente en un campo que producía alimentos, sino en un campo en donde se escondía la materia prima industrializable; donde existe la energía que a la larga se transforma en fuerza industrial. Por cierto para esas épocas ya se tenía bien claro (principalmente por las industrias mundiales) que México era una potencia petrolera, gasera y de energéticos que apenas se empezaba a conocer y aplicar. La Revolución produce como sistema de redistribución de la riqueza agraria al ejido, y en menor número de casos a la pequeña propiedad. Los primeros esfuerzos de una Revolución triunfante fueron en el sentido de distribuir entre los peones las haciendas. Pero si tan sólo se daban a tales campesinos y sus familias porciones de tierra, se corría el riesgo de que los agraciados, que habían sido conservados en la más enciclopédica ignorancia, vendieran a los ricos hacendados, que habían padecido la distribución de las tierras, sus títulos, y así la Revolución habría resultado estéril e inútil, y se regresaría al mismo estado de cosas. Por ello se ideó un sistema social de propiedad que permitiera a los peones tener derechos a una parcela, pero que no pudieran vender a su conveniencia. Nace así el ejido (remotamente de inspiración indígena, puesto que ellos conocieron lo que era la propiedad comunal) que daba en propiedad la pequeña parcela pero impedía la venta de una propiedad social. Algunas pocas tierras conservaron el sistema tradicional, y se reconoció así en forma excepcional la llamada pequeña propiedad. Pero a los revolucionarios, ya convertidos en gobierno público, se les olvidó que no era suficiente que repartieran la tierra. A los nuevos ejidatarios les hacía falta educación agraria, sistema de cultivar, créditos para la compra de semilla, maquinaria para sembrar y recolectar, transporte de los artículos cosechados, carreteras para unir las localidades remotas, distribución adecuada de los productos, candados para la defensa de los precios, y otras muchas cuestiones colaterales. Por ello se puede decir que el ejido fracasó, o al menos tuvo triunfos pírricos. Y cuando México se involucró en la revolución industrial mundial, el cultivo agrícola pasó a segundo término. Desde entonces, sólo importó el campo como fuente de materia prima para la industria, y los hacendados de la época porfiriana se convirtieron en empresarios que rápidamente se posesionaron como nuevos ricos substitutos de los antiguos hacendados. Ahora sí podríamos decir: la Revolución ha sido derrotada. Contemporáneamente impera un nuevo estado porfiriano de cosas. Ya no existen oportunidades en el campo agrícola para los campesinos. Se produce así la primera gran migración de los mexicanos. Es decir, trasladarse para sobrevivir del campo a la ciudad. Nacen las grandes ciudades, las incómodas grandes ciudades, los barrios miseria, el mexicano sin ubicación personal, capacidad social, o capacitación para insertarse en el sistema moderno del estado mexicano. Empieza una nueva miseria, un nuevo fenómeno de abandono, un nuevo estancamiento económico, anímico, de la productividad, de la identidad mexicana. Posiblemente estamos en peores condiciones que las que teníamos a fines del porfiriato. Y nace una nueva migración de México hacia los Estados Unidos; o como dicen los yanquis, de México a América, cualquiera que sea lo que se quieran significar con el nombre de nuestro continente en esas nominaciones absurdas. Pero hay una diferencia substancial entre la primera y la segunda de nuestras migraciones. La primera transitaba de una parte de México, a otra parte del propio país. La segunda es una migración de México al extranjero. Migra el campesino, el obrero, el científico. Se dice que sin embargo la segunda migración produce ingreso de divisas fuertes a nuestro país. No se piensa que cuando los mexicanos y sus familias se incorporen a la cultura estadounidense, México ya no recibirá divisas. Tendrá únicamente soledad, miseria y rencor.